Mi devoción, amor y pasión por los vinos de Jerez no es un secreto: los llevo por bandera en mi corazón y memoria, me hacen pensar en mi padre y la manera en que los bebía, y me hacen reafirmar mi sentido de ser andaluza. Como lo he dicho, entre vestidos de flamenca, volantes, vinos y ferias se nos puede ir la vida misma en Andalucía, siempre con sonrisas en la boca, siempre con una alegría por cantar, bailar y compartir.
Pero mi responsabilidad profesional va más allá de los vinos del Marco de Jerez, en AMAYA – Lalo Plascencia buscamos que los comensales adquieran una experiencia única, una manera de comprender la simbiosis entre la cocina mexicana y la enología española, una forma de hablarle al mundo alto y claro diciendo que #sherrymx es un concepto natural, orgánicamente creado, que pretende expandir las fronteras de los sabores y emociones ya conocidas en el mundo.
Por eso, desde que tengo uso de razón pruebo otras Denominaciones de Origen, otros territorios no solo por el gusto de hacerlo sino con objetivos claros a favor de mis comensales y clientes. Pruebo los territorios consolidados y que le dan renombre a los vinos españoles por el mundo, o los nuevos que apuestan por abrir nuevas fronteras vitivinícolas a aquellos que ven en España -como yo- una referencia de innovación enológica mundial. Jamás he negado mi amor por el cava catalán -como lo digo en mi columna Púrpura el color del poder- o los bien logrados esfuerzos valencianos por producir espumosos bajo sus perspectivas territoriales, que me hacen pasar tardes inolvidables en las que celebro por el simple hecho de estar viva, de estar en Andalucía y dedicarme a lo que amo y me apasiona.
Ribera del Duero es una de mis favoritas -tal como lo dejé claro al hablar de Chafandín y sus orígenes-, La Rioja y su consolidada tradición vinícola, y las apuestas de Rías Baixas, los vinos del norte de España, o las denominaciones extremeñas, Toro o las producidas en Andalucía que llevan por bandera nuestras uvas Palomino, Moscatel o Pedro Ximénez y que producen etiquetas de gran calidad enológica que demuestran que las mentes del sur español siempre están en movimiento cuando de crear se trata.

Soy apasionada del vino en sí mismo, de lo que nos hace pensar, decir y hacer; del vino como factor de emociones, como elemento que construye puentes entre paladares y percepciones, que ofrece sensaciones y altibajos, que hace redonda una propuesta gastronómica de un cocinero, y que convierte a una mesa en un espacio para compartir, para crecer y aprender. Por eso, Verema en Sevilla fue una reunión para expandir mi conocimiento y llevarlo de regreso a mis Salas de Cata, a mis comensales en el Menú Degustación #sherryMX o en las interminables recomendaciones que hago en redes sociales a favor de aquellos que buscan crecer en experiencia y conocimiento. Verema fue una oportunidad para reencontrarme con lo más bello de esta profesión que es el hablar y aprender de vino con aquellos cuya devoción a este mundo les viene de familia o vocación.

Por más reuniones de estas, nos vemos el próximo año en Verema. Por ahora, en mi mesa siempre estará el recuerdo de encuentros así, de espacios del aprendizaje llenos de historias, fantasías, propuestas y emociones.
Enhorabuena por tu blog. Muy interesante. Nos veremos por aquí. Saludos, Alicia
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Muchas gracias Alicia por tu comentario! Feliz de que te guste!
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😊😊😘
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